¿Dietas en diciembre?

"Un menú navideño suele tener unas 3.500 calorías. Los kilos de más son los temas que se asoman al tapete de cada reunión"

Cuando llega la Navidad no sólo abundan los regalos y la hermandad. La comida también está presente junto con los kilos de más, que nadie quiere exhibir, pero que son inevitables ante los platos típicos que sólo se preparan y comparten en fechas decembrinas como el pan de jamón, las infaltables hallacas.

Aunque se desee comer correctamente y perder algunos kilos, pocos pueden resistirse a la variedad gastronómica que familiares y amigos suelen servir. "Una manera de disminuir calorías sin restarle sabor a los alimentos es adaptar las recetas a ingredientes menos calóricos", señaló la nutricionista Maritza Semprún. La creatividad es una de las mejores aliadas para conseguir resultados que no atenten contra la silueta femenina o masculina. "Si lo que quiere es degustar una hallaca, en vez de añadirle cerdo, se le puede agregar pollo. Y, en el caso del pan de jamón, se le incorpora pavo. Así se degusta un plato tradicional sin remordimientos", añadió Semprún.

La incorporación de vegetales en las preparaciones también resulta beneficiosa para la salud. Existe la tendencia de realizar hallacas vegetarianas rellenas con pescado, papa, huevo o garbanzos. "De esta forma las personas pueden disfrutar de un plato libre de grasas y no se pierde la tradición de comerse una hallaca. La diferencia está en el relleno", dice Carlos Sánchez, especialista en medicina natural.

Otro aspecto viene dado por los tamaños y cantidades de las porciones que se consumen. Los especialistas recomiendan que debe existir un balance entre ambas características, porque no es lo mismo comerse una hallaca o dos y a altas horas de la noche. "Todo es cuestión de crear conciencia y comer de forma balanceada. Los excesos traen un aumento considerable de peso que nadie desea", agregó Semprún.

Y como si se tratara de una promesa de nuevo año, la actividad física es fundamental que se realice para evitar que las calorías que se consumen se acumulen y no se gasten. La concepción de someterse a estriaas dietas antes de Navidad para luego derraparse a fin de año, sólo aceleran el aumento de peso.

"El cuerpo se libera de toxinas que poco a poco se recuperan con la ingesta de grasa y alimentos pesados. El secreto está en comer de todo, pero en cantidades moderadas. Así como ingerir alimentos acorde a la situación, edad y salud de la persona", mencionó el entrenador Mario López.

Cumplir con los compromisos sociales en la temporada resulta imprescindible, por eso si quiere disfrutar sólo tiene que comer moderadamente y tomar porciones pequeñas. Nada de abusos, ni atribuciones de iniciar dietas abruptamente.

"Las calorías están presentes en grandes cantidades en cada uno de los alimentos típicos. Lo ideal es que se consuman en pequeñas cantidades y a tempranas horas del día", agregó López, quien asegura que la motivación por lucir un cuerpo esbelto se incrementa en diciembre y cuando llega enero sólo el remordimiento hace que se incrementen el número de personas a los gimnasios.

Los nutricionistas señalan que en estas fechas hay que saberse medir en cuanto a la ingesta de calorías, porque de lo contrario se verá perjudicada la figura. De acuerdo con los cálculos de los nutricionistas en una cena tradicional de fin de año se ingieren en promedio de 800 a 1.000 calorías. Cuando el consumo diario es de 1.600 a 2.000 calorías contando el desayuno, almuerzo y la cena. Una persona normal gana de dos a más kilos en estas fechas si ingiere sin abusos de las comidas decembrinas.

Coma con conciencia, así disfrutará en diciembre y se sentirá bien en enero.
Fuente:  Gabriela Trujillo / Facetas / Diario La Verdad

Obesidad infantil: cuando el problema está en los padres

Su obsesión por el peso de los hijos y la sobreprotección al comer marcan la actitud negativa de los niños hacia los alimentos.

El papel de los padres en la educación alimentaria de sus hijos es clave. Su influencia es reflejo, en gran medida, de su propio comportamiento alimentario y de la valoración que hagan de la comida, la selección de los alimentos, su forma de cocinado, el tiempo y el cuidado dedicado a las ingestas importantes del día. El reciente ingreso de un niño gallego con obesidad en un centro de menores tutelado donde "se le controlará de forma adecuada su alimentación" ha activado el debate sobre las causas, las formas de tratamiento y su eficacia, así como las consecuencias físicas y psicológicas para los niños. La discusión obliga a analizar la responsabilidad de los progenitores y del entorno (abuelos y familiares cercanos, cuidadores, profesores, sanitarios) en el desarrollo de la obesidad en un niño hasta límites críticos para su salud física y mental.

La obsesión de los padres por su peso y el de sus descendientes, la sobreprotección hacia los niños al comer y el uso indiscriminado y erróneo de los premios y castigos con la comida marcan la actitud de los pequeños hacia los alimentos. Éstas y otras cuestiones de comportamiento, unidas a una tendencia genética heredada hacia la ganancia de peso, pueden suponer los cimientos de la obesidad infantil. Desde la Escuela para Prevenir la Obesidad Infantil puesta en marcha por CONSUMER EROSKI en 2006, con la colaboración del Ministerio de Sanidad y Política Social, se ahonda en las cuestiones de esta patología cuando el problema puede estar en la mala educación alimentaria de padres a hijos.

Sobreprotección: error generalizado
Algunos autores señalan que los padres se preocupan en exceso si su hijo come poco, pero no le dan la misma importancia cuando come mucho. Esta conducta mal canalizada se identifica en los padres que incitan a los pequeños a comer más con el convencimiento de que no les falte de nada; les sirven raciones de alimentos exageradas en comparación a la cantidad que necesitan para su edad, sobre todo, en el caso de las proteínas (carnes, pescados. leche y lácteos). Son los padres que sobreprotegen a sus hijos en la cuestión alimentaria, si bien ofrecer más alimentos proteicos de los necesarios es tan poco saludable como no estimular el consumo de fruta y verdura. Igual de negativo es pretender que los pequeños ingieran toda la comida del plato cuando dan muestras de estar llenos.

Ofrecer más alimentos proteicos de los necesarios es tan poco saludable como no estimular el consumo de fruta y verdura

Otras veces, los padres dejan elegir a los niños el menú o les llevan con demasiada frecuencia a comer a establecimientos de comida rápida. Es un problema que este tipo de alimentos (refrescos, fritos, dulces, pizzas o hamburguesas) formen parte casi a diario de la alimentación. Desde el punto de vista nutritivo, con estas actitudes se descompensa el aporte de nutrientes y calorías y está demostrado que se influye en la génesis del exceso de peso y de la obesidad infantil.

Un análisis realizado por el psicólogo clínico Esteban Cañamares, que participó en la Escuela para prevenir la Obesidad Infantil, concluyó que los padres intentan compensar con alimentos "algunos sentimientos de culpa" por no dar a los pequeños ternura, tiempo, atención, protección o juego.

Obsesión por el peso y por la comida
En el lado contrario se sitúan los padres obsesionados porque su hijo no gane demasiado peso. Vigilan qué come y le advierten con mensajes o descalificaciones como "cuidado, vas a engordar", "esto engorda, no te conviene", "estás gordo, no comas eso". En una entrevista reciente en CONSUMER EROSKI, la catedrática de nutrición Ana Requejo aseguró que, con estas reacciones, se puede atacar la inconsciencia y seguridad del niño y, "con el paso del tiempo, puede sobrevenir una anorexia nerviosa porque ha tenido una mala relación con su alimentación".

Cuando la comida se utiliza como castigo ante un comportamiento, además de no conseguir siempre el fin que se pretende, se facilitan las fobias alimentarias. Psicólogos y pediatras admiten que las personas asocian el alimento con un mal recuerdo. La sensación de continuo acoso por parte de los padres por probar y comer un determinado producto, o la atención constante y exagerada ante el acto de comer o ante la propia la comida, son algunas de las causas.

Cañamares ofrece su punto de vista clínico y explica cómo "la obsesión con la comida y el peso puede llevar a mantener a los hijos a dieta estricta desde pequeños, a ser muy rígidos en lo que a alimentación se refiere". Esta conducta responde, en general, a miedos de los progenitores respecto a la educación de sus hijos. Esto les lleva a obsesionarse con el deseo de querer garantizar la mejor atención y evitar que desarrollen problemas de conducta alimentaria como anorexia o bulimia nerviosas. Sin embargo, tal y como detalla Cañamares, muchos de estos hijos, al llegar a la adolescencia, y a modo de rebeldía o como forma de expresar su propia identidad, "adoptan formas de alimentación contrarias a las que sus obsesivos padres han pretendido inculcarles".

EL ENTORNO INFLUYE
Los niños muy pequeños más que aprender, imitan. Por ello, es fundamental que los progenitores y su entorno (abuelos y familiares cercanos, cuidadores, profesores, sanitarios) tengan la misma sintonía en la educación de hábitos alimentarios, ya que en la realidad cotidiana resulta difícil. Los abuelos cuidadores tienen una influencia considerable en las costumbres alimenticias de sus nietos. La permisividad de quienes dan de comer de nuevo al niño tras recogerle en la guardería es una costumbre insana.

Obsequiar con chucherías o bollería industrial también es una práctica habitual de los mayores que cuidan de los niños después del colegio. Los abuelos deben hacer todo lo posible para que sus nietos se acostumbren a comer alimentos frescos y naturales, en lugar de chucherías y aperitivos.

COLEGIO Y COMEDOR ESCOLAR
Respecto al papel del colegio en la formación y consolidación de los hábitos alimentarios infantiles, los actores son varios y actúan en distinto ámbitos pero con el mismo fin. La asignatura de "alimentación sana" en la enseñanza obligatoria permitiría a los profesores transmitir estos conocimientos, aunque ya en algunos centros escolares se esfuerzan en trabajar este tema de manera transversal y continuada ante el hecho de que la obesidad infantil se debe, en gran medida, a la mala educación alimentaria.

El comedor escolar se debe entender también como un servicio educativo complementario, con dietas equilibradas y donde se fomentan buenos hábitos de alimentación.
Fuente: Consumer Eroski

Obesidad: genética vs tipo de dieta

Descubren que el riesgo genético de la obesidad está muy condicionado por el tipo de dieta


La enfermedad no se debe sólo a la alimentación o a la susceptibilidad genética, sino que depende de la interacción entre ambos factores

Una investigación dirigida por el Human Nutrition Research Center de Boston (Estados Unidos) ha demostrado que el riesgo genético de la obesidad "está muy condicionado por el tipo de dieta". Sin embargo, la obesidad no sólo se produce a causa de la alimentación o por la susceptibilidad genética, sino que depende de una interacción muy estrecha entre ambos factores. Los resultados de este trabajo, que permitirá "avanzar" en las recomendaciones dietéticas, acaban de ser publicados en la revista "Archives of Internal Medicine".

Los científicos rompen así con la visión determinista de la obesidad asociada a la genética, ya que han identificado que hay una variación genética en el genoma de las personas que se asocia con mayor riesgo de obesidad, pero sólo cuando los individuos consumen una dieta alta en grasas saturadas.

Se trata del primer trabajo en el mundo que consigue ratificar los resultados de la modulación gen-dieta en tres estudios de poblaciones diferentes. En este descubrimiento han participado investigadores del departamento de Medicina preventiva de la Universidad de Valencia, liderados por Dolors Corella. El estudio acaba con el mito de que la obesidad va asociada sólo a factores genéticos, mientras que las conclusiones servirán para avanzar en recomendaciones dietéticas más personalizadas y exitosas, destacó la doctora.

La dieta alta en grasas saturadas "aumenta el riesgo de obesidad hasta un 80% en las personas con la mutación, en comparación con otras que también consumen dietas altas en grasas saturadas, pero que no tienen la mutación genética analizada", explicó Corella. Sin embargo, cuando la dieta es baja en grasas saturadas, esta variación genética no se asocia con mayor riesgo de obesidad, con lo que se pone de manifiesto "la importancia de la dieta para modificar el mayor riesgo conferido por una variación genética", subrayó.

El marcador genético de la obesidad se ha localizado en el promotor de un gen llamado APOA2, que se encuentra en el cromosoma número uno de los seres humanos. Mediante un sencillo análisis genético se puede conocer qué personas poseen la variante genética de riesgo. En este caso, el resultado del test genético para la presencia de la mutación sería CC, mientras que los portadores del alelo T, tendrían un resultado normal. La frecuencia de personas CC es de un 15% en población blanca de Estados Unidos y similar en Europa. La relevancia de esta investigación radica en que ha sido la primera vez que los resultados de una interacción gen-dieta se han reproducido en tres poblaciones independientes, por lo que "se ha incrementado su validez".
Fuente: Consumer